martes, 20 de marzo de 2018

Jailhouse Sin Rock

Al fin, 
me enfundaron el mono naranja. 

Danzo,
varada 
en una celda sin ventanas. 

Me cuelgo,
de las cuerdas de un bajo, 
en lugar, de las de una guitarra. 

Un poco de Elvis 
no estaría mal 
para rebajar la dureza 
en el eco de tus palabras.

Poder silenciar las lágrimas,  
llorar tranquila 
los crímenes que me vistieron de presidiaria. 

Trazo en el mástil los días que pasan.

Distingo las horas 
por el brebaje cafeinizado de cada mañana. 

Paso mi condena 
pensando en voz alta. 

En la muerte, 
lo menos, 5 o 6 veces, 
por minuto encerrada. 

Por eso dejé el café, 
creí romántico acumularlo 
en un barreño 
debajo de la cama.
Para dejar que sea mi amarga adicción, 
la que sentencie mi defunción. 

Que parezca un accidente, 
y nadie sospeche 
del vacío que resta en mi alma.

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