Anoche volvimos a encontrarnos.
En una página en blanco,
que rehuye la tinta,
rompe las minas
y escapa a mis torpes dedos descuidados.
Tengo la teoría catastrofista
de que no quiere que volvamos.
Porque hace una saga
que nuestros capítulos terminaron.
Apostar por nosotros
sería una burda manera
deestirar el chicle entramado;
ya nadie compra finales felices,
solo muertes absurdas,
sin besos bajo la lluvia.
Debimos haber nacido en la época del happy ending.
En el auge del cine.
Cuando todavía no había nada creado,
se podía fumar en los bares;
y, los mayores problemas,
de cada metraje,
eran su banda sonora
y que Marilyn olvidase sus frases.
Ella sabía conquistarles,
movía la cadera,
miraba a cámara,
hablaba de Chanel,
y el mundo frenaba,
únicamente para escucharla.
Ya no queda gente como Marilyn.
El smartphone eclipsó su confianza,
a penas quedan curvas
que valgan levantar la vista de la pantalla.
La pasión y el amor
están al borde de la extinción.
Y el “nosotros” es el siguiente en la lista de de exterminación.