miércoles, 12 de abril de 2017

Dormir es de cobardes cuando llega el ingenio

No sé si el tequila, la guiness o el whisky de mi cuarto café irlandés tuvieron algo que ver; 
la cosa es que, señoras y señores, he vuelto a escribir prosa.

Anoche. Ella volvió, arrancándome de los brazos de morfeo; sacudiéndome, se vistió de musa griega, sin yo llamarla, con mis propias sábanas;ni música hizo falta. Igual que se fue, volvió. La fantasía creativa, la inspiración.

Me despertó de madrugada,  milagrosamente sin resaca, con ojeras, sin sueño;
 extasiada, escribí sin freno, hasta que logré cerrar la escena; el caso sigue abierto.

Vuelve cargada de rabia, tan ingeniosa como siempre, nada mediocre. Tres páginas A4 ha conseguido que escriba, sin parones ni frenos, sin dudas ni correcciones ortográficas, he cambiado la historia. Ella la ha cambiado.

Lo que empezó como un relato, ahora huele a novela. Tengo la escaleta en mi cabeza, me hice amiga de los personajes; me infiltré para sonsacarles sus secretos, ahora conozco mejor que nadie a cada uno de ellos.

Llevaba meses estancada, sin escribir nada más que burdos diálogos y estúpidos comentarios, mil piezas de un rompecabezas, donde nada encajaba, peor que un esperpento, un puzzle de mil piezas que hace tiempo intenté juntar de forma desesperada.

Tenía una escena del crimen perfecta; sádica, cruenta, diferente, ciertamente peculiar; y una protagonista entrañable, seca, detectivesca y un tanto particular; que buscaba a su psicópata perfecto, un enigma que aún no he resuelto. 

Concluyo este pequeño escrito que no sé qué hago escribiendo, aconsejando a quien quiera que me lea que ignore el sueño, dormir es de cobardes cuando llega el ingenio.