1989. Son los días que hace que no veo una buena película. Uno más, uno menos. Puede que exagere y no sea para tanto, que en realidad no pase de la tercera cifra, tal vez ni siquiera llegue a la segunda.
Quizá sean solo paranoias mías, pero ultimamente siento que el tiempo pasa más rápido de lo normal, si no lo pierdo yo más de lo habitual.
¿Qué fue de esa niña que anteponía el cine a su vida?
La que se veía de 3 a 8 películas al día. Incluso cuando no podía. Ya fuera por falta de tiempo o por puro agotamiento, su cabeza hacía las veces de sala de proyección, sus idas de olla llenaban las horas muertas de su rutina y era el cine clásico, indie o de autor lo que la salvaba de caer en la monotonía.
¿Qué fue de aquella niña que escribía
todo aquello en lo que creía?
¿Habrá madurado?
¿O simplemente se habrá cansado
de nadar a contracorriente
y mandar a la mierda a la gente
que antes le era indiferente?
¿Habrá tirado sus sueños al mar
y se habrá convertido en una más?
¿Otra niña tonta a la que aguantar?
Espero que no sea verdad,
que este no sea más que otro de sus sueños
o delirios de irrealidad.
Pues como dijo hace tiempo,
si hay algo que escasea en esta sociedad
es la gente original.
Porque ser diferente es especial
y muy aburrido llevar una vida normal.
Deberíamos olvidar
los límites de lo impuesto como correcto
o al menos dejar de copiar
y hacer aquello que el corazón nos grita que debemos
lo que nuestro cerebro decide ignorar,
mientras nuestra imaginación se esfuerza por escuchar.
Dejemos en paz al resto
de órganos,
que pretenden "abrirnos los ojos",
cerrando las persianas a los sueños.
La niña hizo oídos sordos. Han cosido sus ojos. Ha tirado sus sueños al mar. Ya es una más, otra niña tonta a la que aguantar.