lunes, 14 de marzo de 2016

El Ángel Caído (Relato corto)

                                                                 EL ÁNGEL CAÍDO:


“Ni los angeles pueden eludir a la muerte”

 

 

 

Victoria Wright, siempre destacó allá a donde fue, algunos vinculaban dicha popularidad a su cuerpo de ensueño y su rostro inocente; adornado por pequeñas pecas que cubrían su nariz respingona, poseía unas largas pestañas que protegían sus dos esmeraldas, pero sin duda lo que mas resaltaba entre sus facciones  era su sonrisa. Encandilaba a profesores y alumnos con aquella mueca que formaban sus dulces y finos labios. 


Victoria, a pesar de poseer semejante belleza, no era engreída ni vanidosa, era igual de dulce por dentro como lo era por fuera. En su tiempo libre ayudaba en el orfanato del pueblo, no tenía ningún enemigo, hasta las mas superficiales del instituto la tenían respeto; acudía a la iglesia todos los domingos y tenía planificado un viaje a África para trabajar de voluntaria todo el verano, un viaje que ya jamás podría hacer. Todo el pueblo quería a aquella joven, por eso sorprendió tanto la espeluznante muerte a la que fue sometida.

 

Su delicado cuerpo apareció golpeado y desgarrado en una piscina comunitaria, su vestido blanco de verano había sido rasgado y todas las heridas indicaban que había sido  torturada de forma sádica. La persona responsable de aquel atroz asesinato, era sin duda alguien sin escrúpulos, sin alma, y todo indicaba que había sido alguien de su entorno, o al menos alguien que la conocía lo bastante bien, como para saber que acudía a aquel mirador, junto a la piscina del pueblo, siempre que necesitaba estar sola o pensar.

 

El cuerpo fue descubierto por el limpiador de la piscina. La muchacha fue encontrada en una posición peculiar, tenía los brazos extendidos en forma de cruz, como Cristo en su crucifixión. El vuelo de su vestido blanco estaba extendido rozando sus inertes manos, haciendo alusión a unas alas, y su pelo rubio formaba una aureola en torno a su cabeza. Parecía un ángel caído del cielo.

 

Aquella mañana de Domingo un funesto titular encabezaba la portada del periódico de Starsvillage. No era la victoria de los Dodgers ni las nuevas declaraciones de Obama sobre la guerra en Siria, el titular decía: "Nuestro ángel ha muerto".

 

El inspector Graham Moore, uno de los mejores en su campo, leía el artículo sentado cómodamente en su viejo sillón de cuero roído. Con un vaso de Bourbon en una mano y el periódico en la otra, creaba sus propias hipótesis e intentaba informarse bien sobre la víctima antes de visitar el escenario del crimen.

 

El inspector, era criticado por su alcoholismo,  un vicio que él no consideraba nefasto, ni mucho menos, se excusaba diciendo que le ayudaba a soportar su insomnio, provocado por los recuerdos del pasado que tanto le atormentaban . Además, Hitler era abstemio y eso no le salvó de ser un monstruo. El inspector  era un hombre apuesto, bien entrado en los 30, de cabello cobrizo y unos ojos color miel que habían logrado engatusar a mas de una pobre mujer. El inspector era conocido por su lengua suelta y su extroversión. Era un hombre descuidado cuyo aspecto no concordaba con el del resto de su profesión. Con una barba de dos o tres días, el pelo alborotado y su camisa a rayas arrugada y a medio abotonar, el inspector podría ser fácilmente tomado por un vagabundo. 

Era algo petulante en ocasiones, pero tenía un gran sentido del humor.


Moore llegó al escenario del crimen, abarrotado por periodistas y curiosos, situados tras unas cintas de seguridad. Cerca del cadáver, en el bordillo, se encontraba lo que parecía haber sido el arma del crimen, un hierro oxidado, que en algún momento formó parte de la escalera de piscina, pero que había sido sustituido debido a su oxidación y al extremo partido, afilado, que ahora se encontraba manchado de sangre. El forense, un hombre excéntrico de pelo cano, apodado como spook por su afición al cine de terror, se acercó al inspector y le contó lo evidente. El arma homicida había sido la barra de hierro, como bien había predicho el inspector,  aunque el cuerpo presentaba varios hematomas en la garganta, lo que indicaba que también había sido estrangulada.


Cerca de estos dos hombres, una pareja lloraba desconsolada la muerte de su hija. El detective, una vez hubo obtenido todos los datos del forense, se acercó para presentarse y dar sus respetos a los padres de la fallecida.

 

-Señores Wright, soy el inspector Moore, siento mucho lo ocurrido. Sé que este no es el mejor momento, pero me gustaría encontrar al hijo de perra que hizo esto lo antes posible.- Ambos padres cesaron su lloro por unos segundos y miraron al inspector, algo sorprendidos por su lenguaje. Al ver que la pareja no hablaba, el inspector decidió continuar.- ¿Saben ustedes de alguien que tuviese problemas con su hija?

 

-Mi ángel no tenía ningún enemigo, todo el pueblo la quería.-dijo el padre.

 

-No tiene por qué ser un enemigo, como bien ha dicho usted, mucha gente la quería ¿no había nadie que la tuviera envidia o la guardara rencor?

 

-No diga estupideces inspector, nadie mata solo por envidia, pero sí por pasión ¡Yo sé quien lo hizo!-grito la madre entrando en cólera, antes de volver a estallar en llanto.

 

-Kate, son meras suposiciones tuyas, nada indica que fuera él.

 

-¿Y bien...?-dijo el inspector, algo mas interesado en la conversación.

 

-Fue el profesor de piano, el señor François Mirchoff. Ese canalla siempre la miró con deseo, y el otro día cuando fui a recogerla, estaban muy cerca, mas de lo prudente, tratándose de profesor y alumna.

 

-¿Cree usted que existiese una relación entre ambos?- Kate Wright le miró enfurecida.

 

-Deje de decir sandeces, mi hija no era de esas. Además estaba enamorada de su novio.

 

-Bien pues, en ese caso entrevistaré al señor Mirchoff, a ver que estuvo haciendo ayer por la noche, también investigaré a su novio ¿Cómo ha dicho que se llama?

 

-No  lo he dicho, se llama Ian Aaron.

 

Ese nombre le resultaba vagamente familiar . Aquella mañana, mientras se informaba sobre la joven, había encontrado el expediente del señor Aaron.  Se trataba de un joven rebelde, que había tenido mas de un encontronazo con la policía en el pasado. Sin embargo, se había rehabilitado, hacía ya mas de dos años que no pasaba por comisaría, justo el tiempo que llevaba saliendo con la víctima. Al parecer sí que era posible cambiar a una persona, aunque nunca se sabe. La tarde anterior la pareja de enamorados había sido vista discutiendo acaloradamente en la puerta de un bar cercano a la piscina, aunque la camarera aseguraba que se habían ido por separado, nada habría impedido al señor Aaron haber vuelto a la piscina aquella noche.

 

El inspector llegó a la comisaría tras hablar con el profesor Mirchoff por teléfono, al parecer llevaba en Canadá todo el fin de semana, por lo que él no pudo haber cometido el crimen. Este le contó que su trato con Victoria no era diferente al que recibía el resto de su alumnado, y que lo único que se llevaban entre manos últimamente era una canción sobre la que ella le había pedido consejo. Al parecer se la iba a regalar a su novio por su aniversario. En un principio el inspector no estuvo muy convencido, pero el profesor tuvo que hacerle una confesión personal. Al parecer, al joven profesor Mirchoff, no le atraía especialmente el sexo opuesto, es mas había pasado todo el fin de semana con su “compañero” y había varios testigos que podrían atestiguarlo.

 

En la comisaría le esperaba Sara, la mejor amiga de Victoria, una chica algo rellenita con la piel morena y el pelo castaño, con unosgrandes ojos azules escondidos tras unas grandes  gafas de pasta negras. A su lado descansaba un adolescente con mirada perdida, que tenía un extraño tic en el ojo, parecía concentrado en algo. Su rostro no le sonaba al inspector.

 

-Disculpa joven ¿tú quién eres?-

 

El chico se levantó y miró amenazante al inspector.

 

-Mi hermano no ha hecho nada, él la quería a pesar de que esa zorra lo engañara.- gritó embravecido el adolescente,  el cual aparentaba un par de años menos que la víctima.

 

-Josh, tranquilízate- le calmó Sara- Discúlpele inspector, este es Josh Aaron. Su hermano está en el baño.

 

Como si al nombrarlo se hubiese materializado, a su lado apareció una demacrada copia de Ian Aaron. El aparente chico perfecto, que el inspector había visto en las fotos del expediente ahora parecía destrozado. Su pelo negrosiempre bien peinado, ahora se asemejaba a un nido de pájaros; sus ojos verdes, similares a los deVictoria pero mas claros, estaban rojos y acuosos. Su camisa tenía restos de sangre en la manga, que parecía provenir de sus nudillos, los cuales habían dejado marca en la pared de la comisaría. No parecía el rostro de un asesino, sino mas bien de un pobre desgraciado a quien le habían quitado lo que mas quería.

 

-Está bien  ¿Podemos entrar los tres en la sala de interrogatorios? Creo que tengo una pequeña especulación no muy descabellada sobre lo ocurrido.

 

Los tres adolescentes siguieron al inspector a la sala de interrogatorios, cada cual mas ansioso, todos querían saber quién había sido el despiadado asesino de la dulce Victoria. 

 

Tras unos segundos en un silencio sepulcral, que avivó aun mas los nervios de los tres jóvenes, el inspector se decidió a hablar.

 

-¿Sabían ustedes que yo padezco de insomnio?- preguntó el inspector sin esperar una respuesta por parte de sus oyentes.- Según los psicólogos, se debe a un trauma del pasado que me persigue. Dicha experiencia traumática tiene que ver con mi hermana. Ella nació enferma, pero nadie pareció darse cuenta, hasta que fue demasiado tarde. Mi hermana sufría esquizofrenia paranoide, pero nunca fue tratada, ni diagnosticada . 

Conforme fue creciendo, la enfermedad fue a peor. Un día,  se levantó pensando que nuestros padres confabulaban contra ella. Cogió la antigua escopeta de caza de mi abuelo y les voló los sesos a ambos mientras aun dormían. Ese día yo me había quedado a dormir en casa de un amigo, pero cuando llegué a casa me  la encontré sentada en un sillón con la mirada perdida, concentrada en un cuadro colgado encima del televisor, su camisón estaba lleno de sangre y cuando la pregunté que había ocurrido, ella solo me respondió,"Si no lo hubiera hecho, ellos me lo habrían hecho a mi, no te preocupes hermanito, ahora estamos a salvo". Actualmente mi hermana se encuentra internada en un manicomio a las afueras del pueblo.

 

-Disculpe, siento mucho lo de su hermana, pero no le entiendo ¿Qué relación tiene eso con el asesinato de Victoria?-dijo Sara.

 

-Josh, ¿Tienes algo que contarnos?- Dijo el inspector ignorando la pregunta.

 

-¡Esa zorra se lo merecía!- gritó el esquizofrénico Josh Aaron- ¡Mi hermano había cambiado solo por ella! ¡El muy tonto solo tenía ojos para esa puta! ¡Y ella se lo pagaba follándose a ese puto gabacho!- gritaba encolerizado, cada frase que decía le hacía parecer mas violento, finalmente ante la atenta mirada de todos los presentes, se dirigió a su hermano, algo mas calmado-Yo la maté, hermanito, ya no tienes de qué preocuparte.

 

-¿Qué hiciste qué?- Gritó anonadado Ian Aaron a su hermano.

 

-¡Ella no te quería! ¡Tú estabas cegado por el amor! No quisiste escucharme, solo tenías tiempo para ella y solo la escuchabas a ella. Yo la vi con ese hombre varias veces a solas, se lo conté a su madre, pero no hizo nada. Tuve que actuar.

 

-Verás Josh. El señor Mirchoff es homosexual, y estaba ayudando a Victoria con una canción para tu hermano.

 

-¡Está mintiendo!¡Ian tienes que creerme! Estaban todos compinchados, están en nuestra contra, seguro que ella está detrás de todo esto, quería separarme de ti para poderse follar al profesor.

 

-En realidad, lo de la canción es cierto, Victoria me hizo prometer que no diría nada, quería que fuera una sorpresa.-dijo Sara.

 

Ian cayó llorando al suelo sin creerse que su hermano hubiese podido cometer semejante atrocidad. Todo quedó grabado en la grabadora que el inspector siempre llevaba consigo y que se había encargado de conectar al entrar en la sala, por lo que tenía las pruebas necesarias para incriminar al enfermo de Josh Aaron, quien tiempo después sería internado en el mismo psiquiátrico en el que estaba encerrada la hermana del inspector.

En cuanto a Ian, el perder a su novia y a su hermano en un solo fin de semana, fue un duro golpe que nunca llegaría a superar completamente, aunque el alcohol lograba maquillar un poco la realidad.

Una vez mas, el inspector Moore volvió a casa con un nuevo caso resuelto. Se sirvió un vaso de Bourbon y se acomodó en su viejo sillón de cuero, soñando despierto con una infancia alternativa, donde su hermana estaba curada y sus padres vivían.

 

 


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