jueves, 30 de noviembre de 2017

Noches en verso

Tiempo. No hay tiempo. Necesito tiempo. 
A mis días les faltan horas, y yo me dedico a perderlas escribiendo.

Te echo de menos. Y ese delirio es mi mayor pérdida de tiempo. 

Mi personalidad cambia a falta de tiempo. Me vuelvo hipócrita,
porque el sueño hace que me falle el conocimiento.

Vivo a destiempo y sueño a contratiempo. Tengo miedo. 
A no poder sacar adelante todos mis proyectos. 
A hundirme en el lodo, en el fracaso de todo lo que no he hecho.

Tiempo, veinticuatro horas son pocas cuando sufres de insomnio 
y pierdes las noches escribiendo.

Ayuda, si fuera posible, moriría de sueño. 
Pero ni para eso tengo tiempo.

Respiro a destiempo, a veces temo que el aire se acabe y muera en el intento.

¿Por qué hago esto? 

Porque pienso en futuro y el presente lo temo. 

Porque estoy a gusto y hasta eso me da miedo. 

Porque la ausencia de buenos libros hace que me desespere,
pierda mi buen juicio y haga daño a la gente.

Porque no sé por qué me estás leyendo, escuchando u oyendo; 
si ni siquiera sé quién soy o el propósito de estos versos. 

Solo escribo lo que pienso. 
Demasiadas frases cortas, rimas absurdas y pensamientos inciertos. 

No tengo tiempo. Escribir me ahorra horas de pensamiento, camufla mis complejos, y hace que mis problemas parezcan simples contratiempos. 

La lectura y escritura podrán ser mi mayor pérdida de horas de sueño. 

Pero dormir es de cobardes y algunas cosas merecen la ausencia de tiempo. 

Todo sea por más noches en verso. Sus adjetivos maquillan mis ojeras y hacen que no me ahogue en mis delirios suicidas ni caiga en el adocenamiento.


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