Tiempo. No hay tiempo. Necesito tiempo.
A mis días les faltan horas, y yo me dedico a perderlas escribiendo.
Te echo de menos. Y ese delirio es mi mayor pérdida de tiempo.
Mi personalidad cambia a falta de tiempo. Me vuelvo hipócrita,
porque el sueño hace que me falle el conocimiento.
Vivo a destiempo y sueño a contratiempo. Tengo miedo.
A no poder sacar adelante todos mis proyectos.
A hundirme en el lodo, en el fracaso de todo lo que no he hecho.
Tiempo, veinticuatro horas son pocas cuando sufres de insomnio
y pierdes las noches escribiendo.
Ayuda, si fuera posible, moriría de sueño.
Pero ni para eso tengo tiempo.
Respiro a destiempo, a veces temo que el aire se acabe y muera en el intento.
¿Por qué hago esto?
Porque pienso en futuro y el presente lo temo.
Porque estoy a gusto y hasta eso me da miedo.
Porque la ausencia de buenos libros hace que me desespere,
pierda mi buen juicio y haga daño a la gente.
Porque no sé por qué me estás leyendo, escuchando u oyendo;
si ni siquiera sé quién soy o el propósito de estos versos.
Solo escribo lo que pienso.
Demasiadas frases cortas, rimas absurdas y pensamientos inciertos.
No tengo tiempo. Escribir me ahorra horas de pensamiento, camufla mis complejos, y hace que mis problemas parezcan simples contratiempos.
La lectura y escritura podrán ser mi mayor pérdida de horas de sueño.
Pero dormir es de cobardes y algunas cosas merecen la ausencia de tiempo.
Todo sea por más noches en verso. Sus adjetivos maquillan mis ojeras y hacen que no me ahogue en mis delirios suicidas ni caiga en el adocenamiento.
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